Fin de un mundo, agitación, desastre interior
La angustia de las multitudes impresionables, el opio de los pesimistas, el fin del mundo repetidamente predicho y escrito es, sin embargo, sólo el del soñador. Es este significado individual el que está simbolizado por imágenes apocalípticas oníricas. Este tipo de sueño no es pues el presagio de una catástrofe general, sino el testimonio del fin de un mundo interior. El mundo que hemos construido no es o ya no es viable.
El fin del mundo es un momento en el que nuestro universo se derrumba, una forma de vida que no resiste el paso del tiempo ni las tormentas de la vida. Es un período extremadamente difícil, un apocalipsis personal que puede ser también, sin embargo, una revelación (sentido literal de la palabra griega “apocalipsis”).
El fin del mundo puede ser finalmente el deseo de arrastrar al mundo a su propia depresión; a veces es más llevadero para algunos pensar que el mundo desaparece con ellos, que no morir solos. Esto es típico de algunas personas con depresión, un escenario perfectamente ilustrado por Lars Von Trier en su película Melancholia .
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