Vientre materno, contemplación interior, pérdida momentánea de la conciencia, terror o asombro ante su inmensidad interior, reflexión sobre los orígenes y sobre la muerte.
La mayoría de las tradiciones relativas a este símbolo están vinculadas al mito de Jonás. La ballena es un vientre, el vientre del mar, de la madre arcaica. La ballena primitiva, la que podía engullirlo todo, es una imagen fantasmagórica, ajena a la ballena real y sus barbas. Las dimensiones de la ballena son proporcionales a las de nuestro Inconsciente: desproporcionadas.
Un sueño donde aparece una ballena amenazadora representa al soñador sumergido por su Inconsciente. Corre el riesgo de ser absorbido por él, como Jonas.
El viaje de Jonas es una inmersión profunda, lejos de la conciencia. Pero esta inmersión es beneficiosa. Permite al soñador contemplar esta parte desconocida de él. De este período de recogimiento y reflexión debe brotar la verdad sobre la propia naturaleza.
Este ascenso es inevitable; la ballena debe subir a la superficie para respirar, de lo contrario se asfixiará.
Una ballena blanca puede representar un intercesor entre los vivos y los muertos. Podría asociarse con Kali, la madre que nos da la vida y nos condena a muerte, recordándonos que hubo una vida antes y habrá una vida después.
Simboliza lo que precede a la conciencia, el mundo orgánico uterino. Nos remite así al final de la existencia orgánica y plantea la cuestión de lo que queda.
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